Hacía varias semanas que no veía a esta señora, recordaba de ella su sonrisota y su gran carisma al recibirme en su casita. Siempre terminaba riéndome con ella. También era imposible olvidar su tan explícita devoción por la religión, su religión, una de esas todas. Nunca fue necesario demorarme con ella para notar su fervor y pasión por ese conjunto de teorías que parecía darle un sentido a su día a día.
Llegamos, pues, a darle alcance a la señora y sus maneras de saludarme fueron las cariñosas y alegres de siempre; las mismas que fueron dejando de sonar cuando nos contó por qué se demoró en salir de la oficina a la que fuimos a verla: "Un serrano de miércoles" fue la razón.
Un trabajador de ventanilla que le había hecho esperar más de lo debido, que había sido descortés y malhumorado, había sido catalogado así en cuestión de segundos por la puritana. Este tipo de expresiones hijas de la ignorancia siempre me han enfurecido; creo que no tiene pies ni cabeza la idea de asociar ciertas palabras adjetivo con rasgos denigrantes o equivalentes a las malas reputaciones. Esto lo tengo en mí tan claro y pronunciado como mi feo tabique, lo que no terminaba de encontrar un lugar de sentido en mi cabeza era la escena de esta devota dándole forma de insultos a la apariencia física de su prójimo.
En los veinte años de evolución de mi cerebrito, no podía juntar las imágenes que tenía de esa mujer tomándome de las manos y deseando bendiciones para mí al despedirse siempre, con las de sus dientes rozándose para que la doble erre de la palabra Serrano suene fuerte y clara, carcomiéndome así los oídos y estremeciéndome el alma para siempre.
No estoy a favor ni en contra de los "fieles", no me imagino tal cual una de ellos, pero me parecen buenas las vibras que irradian con su lealtad. Más alla de los límites que distancian a una creencia de otra, la fe es lo mismo para todos y todo. Esta mujer de rosario al cuello, escupiendo a la Sierra y creyendo mejor a la Costa, me tiene confundida e intrigada hasta el día de hoy.
Pensé que ella era auténtica y no lo era. Ha escogido ser infeliz y no lo comprendo.
Yo aún no me defino en estos ámbitos. Me ayudo, soy respetuosa y no molesto a nadie. Yo así me siento bien y me siento aún mejor al saber que sea cual sea mi ánimo en el día, mis convicciones siempre sonarán a lo mismo.