sábado, 26 de marzo de 2011

No me enseñes a rezar

Estaba yo algo cansada y con hambre luego de clases cuando me pareció que acompañar a una amiga a darle el encuentro a su mamá por ahí sería algo agradable y disipante. 


Hacía varias semanas que no veía a esta señora, recordaba de ella su sonrisota y su gran carisma al recibirme en su casita. Siempre terminaba riéndome con ella. También era imposible olvidar su tan explícita devoción por la religión, su religión, una de esas todas. Nunca fue necesario demorarme con ella para notar su fervor y pasión por ese conjunto de teorías que parecía darle un sentido a su día a día. 


Llegamos, pues, a darle alcance a la señora y sus maneras de saludarme fueron las cariñosas y alegres de siempre; las mismas que fueron dejando de sonar cuando nos contó por qué se demoró en salir de la oficina a la que fuimos a verla: "Un serrano de miércoles"  fue la razón.

Un trabajador de ventanilla que le había hecho esperar más de lo debido, que había sido descortés y malhumorado, había sido catalogado así en cuestión de segundos por la puritana. Este tipo de expresiones hijas de la ignorancia siempre me han enfurecido; creo que no tiene pies ni cabeza la idea de asociar ciertas palabras adjetivo con rasgos denigrantes o equivalentes a las malas reputaciones. Esto lo tengo en mí tan claro y pronunciado como mi feo tabique, lo que no terminaba de encontrar un lugar de sentido en mi cabeza era la escena de esta devota dándole forma de insultos a la apariencia física de su prójimo.

En los veinte años de evolución de mi cerebrito, no podía juntar las imágenes que tenía de esa mujer tomándome de las manos y deseando bendiciones para mí al despedirse siempre, con las de sus dientes rozándose para que la doble erre de la palabra Serrano suene fuerte y clara, carcomiéndome así los oídos y estremeciéndome el alma para siempre.

No estoy a favor ni en contra de los "fieles", no me imagino tal cual una de ellos, pero me parecen buenas las vibras que irradian con su lealtad. Más alla de los límites que distancian a una creencia de otra, la fe es lo mismo para todos y todo. Esta mujer de rosario al cuello, escupiendo a la Sierra y creyendo mejor a la Costa, me tiene confundida e intrigada hasta el día de hoy.

Pensé que ella era auténtica y no lo era. Ha escogido ser infeliz y no lo comprendo.

Yo aún no me defino en estos ámbitos. Me ayudo, soy respetuosa y no molesto a nadie. Yo así me siento bien y me siento aún mejor al saber que sea cual sea mi ánimo en el día, mis convicciones siempre sonarán a lo mismo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ana Esther

Creé mi blog porque me gusta escribir y no sé por qué más.
Con la última que publiqué, ya son dos las entradas mías en donde una blogger llamada Ana Esther se toma el amable tiempo de dejarme algún recadito.
Cuando escribía esas dos entradas me sentía algo sola, en esa soledad positiva, en esa soledad agradable que te hace sentir estar en un gran grupo de uno: estábamos mis Ideas y Yo.
Redactaba sobre mis maneras personales y cómo me acomodo y acomodaría en la vida; en mi vida. Hablaba también de cómo una noche decidí y anhelé sentirme, cambiarme, mutarme, desaparecer.
A la presencia de Ana Esther, me provocó acercármele. Me provocó acordar con ella una hora en la que podamos vernos y divertirnos por ahí en un café como lo hago con mis amigas y amigos. Se me dió por mandarle un mensajito de texto con saludos y cariños como lo hago con las tan bonitas amistades que tengo. Me nació una confianza de tiempo y una familiaridad de siempre.
Creo que vive en España, creo que es española, creo que estudia Periodismo.

Te regalo una copia de esta foto, querida Ana Esther. Una foto que le tomé al cielo de Sacsayhuamán, una fortaleza ubicada al norte de Cuzco - Perú. Lo hice en un viaje muy lindo que tuve, al que siempre recuerdo con ganas de volver. Ahora cada vez que la vuelva a ver te recordaré y también a las nubes que te hacen feliz. Te mando un abrazo fuerte lleno de mucho cariño, mucho cariño al cual le importa un carajo no conocerte.


La hermosa mujer que te dió la vida está muy orgullosa de tí y te ama. Yo sé que llevas sus rasgos en el alma y si piensas que no escuchas su voz, estás equivocada: dentro de tu corazón siempre vas a saber qué es lo que te quiere decir.